Elaborado por Francisco Orozco, líder en región Monterrey del FAIR Center de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey.
Amigas y amigos, lectores. En un ejercicio tipo “¿Qué fue primero: el huevo o la gallina?”, platiqué esta semana con mis estudiantes sobre si la educación digital tiene un impacto sobre tener educación financiera. La conversación se puso interesante donde empezamos a ver las diferentes aristas para poder llegar a una conclusión.
En la era de la información, donde la tecnología permea cada aspecto de nuestras vidas, emerge una pregunta crucial que merece nuestra atención: ¿Debería la educación digital ser la precursora de la educación financiera, o es al revés?
La educación financiera tradicionalmente se ha visto como una piedra angular en la formación de ciudadanos responsables y conscientes de sus decisiones económicas.
Sin embargo, en un mundo cada vez más digitalizado, la educación digital no solo complementa, sino que a menudo precede y facilita el aprendizaje financiero. Esta transformación plantea un reto significativo: ¿Estamos preparando a las nuevas generaciones con las herramientas digitales necesarias antes de introducir los conceptos financieros básicos?
Considérenlo de esta manera: un joven de hoy está más familiarizado con un smartphone que con un libro de texto. Las plataformas en línea, las aplicaciones y los juegos interactivos son su lenguaje nativo.
En este contexto, la educación digital puede abrir puertas a una educación financiera más dinámica y accesible, ofreciendo plataformas que simulan entornos económicos, mercados de inversión y gestión de presupuestos personales con una inmediatez que los métodos tradicionales difícilmente igualan.
Pero aquí surge el dilema: si priorizamos la tecnología sin una base sólida de conocimientos financieros, corremos el riesgo de preparar consumidores digitales en lugar de ciudadanos financieramente astutos. La digitalización no debería ser una excusa para acelerar el proceso educativo, sino un método para enriquecerlo. ¿Es suficiente con que los jóvenes sepan navegar eficientemente por interfaces digitales, o necesitamos asegurarnos de que comprendan también los principios detrás de las acciones que realizan en estas plataformas? La educación digital debe ser una herramienta para expandir y profundizar el conocimiento, no un atajo que sacrifique el entendimiento por la conveniencia.
Es fundamental asegurarse de que los usuarios no solo sean capaces de ‘hacer clic’ sin comprender las implicaciones financieras y económicas de sus acciones. Esto requiere un diseño educativo que integre la tecnología de manera que complemente y refuerce los fundamentos financieros, promoviendo no solo la competencia digital, sino también la literatura financiera.
Esta discusión nos lleva a otro punto crítico: la calidad de la educación digital en sí. Con un acceso tan amplio, es imperativo que los contenidos que se ofrecen sean de alta calidad, verificados y que realmente preparen a los estudiantes para enfrentar los retos del mundo real. ¿Están nuestros programas de educación digital a la altura de este desafío, especialmente cuando se trata de temas tan cruciales como la economía personal y la inversión? La efectividad de un programa de educación digital se mide por su capacidad para preparar a los estudiantes no solo para exámenes o pruebas, sino para situaciones y decisiones reales que enfrentarán en sus vidas financieras.
La educación financiera trasciende el simple hecho de aprender a ahorrar o invertir; se centra en comprender a fondo los mercados financieros, identificar y evaluar riesgos, y tomar decisiones informadas y estratégicas.
La educación digital ofrece una oportunidad única para presentar estos conceptos de manera efectiva y atractiva a los jóvenes, utilizando herramientas interactivas y recursos multimedia que pueden aumentar significativamente su interés y compromiso.
Sin embargo, es crucial entender que estos medios digitales deben actuar como complementos de las metodologías de enseñanza tradicionales, no como sustitutos. En algunos casos, la digitalización puede actuar como un catalizador, acelerando el aprendizaje y proporcionando experiencias enriquecedoras que motivan a los estudiantes a profundizar más en la materia y aplicar lo aprendido en contextos prácticos y reales. Esta integración de recursos digitales debe diseñarse cuidadosamente para asegurar que la educación financiera mantenga su integridad y efectividad, preparando a los estudiantes no solo para pasar pruebas, sino para enfrentar los desafíos económicos de la vida real.
En resumen en esta historia sobre “qué es primero el huevo o la gallina”, la realidad es que sigue siendo un tema de educación financiera motivada por la educación digital. ¿Ustedes qué opinan? Los leo