Elaborado por Verónica Salcedo, líder en región Occidente del FAIR Center de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey.
A nivel global, según la ONU, el 45% de la población vive en zonas rurales, y casi la mitad de esta son mujeres; esto equivaldría a 1.8 mil millones de mujeres radicando en dicho medio. Si focalizáramos este dato en México, aproximadamente 13 millones de mujeres viven en entornos rurales (INMujeres, 2020), lo que equivale a decir que el 20.5% del total de mujeres mexicanas desarrollan actividades del sector agrícola, ganadero o pesquero. Sin embargo, 6 de cada 10 mujeres en el entorno rural (62%) trabajan en el sector informal, por lo que no reciben prestaciones sociales, y se calcula que su salario promedio mensual es de $4,790.76, cantidad que no es suficiente para satisfacer las necesidades básicas de alimentación y vivienda, por lo que se estima que el 56.8% vive bajo condiciones de pobreza.
Ahora bien, ¿cuál es la participación de las mujeres del medio rural en el entorno económico? Hablando del otro perfil de las mujeres en el medio rural, alrededor de casi 5 millones de ellas trabajan de manera formal en el sector primario. Su aportación a nivel nacional, en el cuarto trimestre del 2023, fue del 15.8% del total de la producción del sector, lo que representa casi el 1% del PIB nacional. Adicionalmente, el 98% de estas mujeres no sólo trabajan, también realizan otras actividades no remuneradas como los quehaceres del hogar, el cuidado de otras personas o la recolección de madera, por decir algunas. En el 30% de los hogares rurales de nuestro país, la jefa de familia es una mujer, y además, al tener un negocio dentro de la actividad agropecuaria y pesquera, estas registraron un ingreso promedio mensual de $8,515.
Entonces, ¿por qué es relevante el otorgamiento de créditos para las mujeres en un entorno rural? Comparando estas dos visiones de las mujeres en el sector, puedo destacar que la mujer que participa en una actividad remunerada formal casi duplica sus ingresos para su familia y además puede tener acceso a servicios de salud y otros beneficios básicos. Con base en el estudio de Brecha Salarial de Género (IMCO, 2022), incorporar a 8 millones de mujeres a la economía podría hacer que en 2030 el PIB de México fuera 15% más alto que el de 2020.
Para lograr este objetivo, se deben de abrir nuevas opciones de empleo y de desarrollo para las mujeres. A nivel global, las instituciones internacionales como el Banco Mundial, la ONU Mujer, OCDE, etc. han llevado a cabo programas de apoyo no sólo mediante financiamiento, sino también para el desarrollo de habilidades de negocios, desarrollo personal y apoyo directo para proyectos de mujeres con un enfoque en el sector rural. Los beneficios de estos programas no son sólo económicos, sino que además tienen un impacto positivo para disminuir los niveles de violencia familiar y mejorar la calidad de vida de las familias. En México, algunas instituciones enfocadas al desarrollo del sector rural, como Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), han emitido bonos sociales de género. Los recursos obtenidos se destinan a distintos objetivos, entre ellos el emprendimiento de mujeres del sector rural. El otorgamiento de microcréditos es exclusivamente hacia mujeres en lo individual o en grupos para cubrir necesidades de financiamiento. Sólo en 2023, se beneficiaron 10,212 mujeres con capacitación y asesoría técnica, así como apoyos para la reducción del costo financiero y la prima de garantía (datos de FIRA). De acuerdo con datos de la CNBV, hasta el 2021 los créditos otorgados por la banca de desarrollo a mujeres tuvieron un índice de cartera vencida del 2.6%, que fue inferior al de los hombres en 1.5 puntos porcentuales.
Sin embargo, el financiamiento de las emprendedoras rurales no es fácil si consideramos los esquemas tradicionales de trámites y requisitos de las instituciones financieras; por ejemplo, en este sector, de las mujeres sólo el 15% tiene una propiedad, y más de la mitad tiene un estatus de propiedad ejidataria o comunal. Adicionalmente, el nivel escolar, el acceso a sucursales, o la educación tecnológica son bajos, por lo que se requiere de un acercamiento directo para crear una red de confianza y respaldo en sus actividades productivas. Así pues, existen algunas otras opciones que han logrado ser exitosas. En Monterrey tenemos el caso de María Josefina, empresa que con sólo 4 años de creada ha logrado cambiar la vida de más de 270 mujeres, lo que a su vez significa un impacto en 1,380 personas a través de más de 150 emprendimientos. Tienen una tasa de recuperación de cartera del 98% y un impacto social tal que el 100% de las mujeres que apoyaron y estaban en condiciones de pobreza extrema logró superarla después de dos años. ¿Cómo logró María Josefina este impacto? Capacitando, generando oportunidades de mercado y otorgando financiamientos mediante esquemas basados en las personas y en su capacidad de respuesta.
En conclusión, las mujeres del sector necesitan ser vistas, y sobre todo se requieren nuevas opciones para financiar sus proyectos y lograr cambios en sus vidas y en sus comunidades.